Lo
que se vive en la familia influye en cada uno de sus miembros, pero también en
las familias cercanas, en la sociedad. Construir la propia vida familiar en el
amor, hará crecer la vida en la sociedad. Por ello la Iglesia católica siempre
ha hablado de la familia como núcleo y célula de la sociedad.
La
familia es la célula primaria de la sociedad, el elemento natural y fundamental
de la misma. La sociedad de concibe como un cuerpo vivo, compuesto de pequeñas
unidades vivas; cada familia. Un organismo compuesto de millones de células, se
desintegra y corre peligro de muerte si alguien ataca la pequeña unidad
celular. Si la célula familiar está en problemas, la sociedad estará también en
problemas.
Pero
la familia es cimiento sobre todo en sentido moral, pues dentro de casa se
ejercitan y desarrollan las virtudes y deberes fundamentales que constituyen la
trama de una vida social rectamente ordenadas: los padres ofrecen la autoridad,
el ejemplo, los consejos; los hijos aportan su escucha, su diálogo, su cariño y
todos juntos colaboran con el bien común. Los grandes valores morales como son:
el respeto, la honradez, la bondad, la ayuda desinteresada, las relaciones
afectivas encuentran su mejor campo de cultivo y desarrollo de la familia.
La
familia debe vivir de manera que sus miembros aprendan el cuidado y
responsabilidad respecto de los pequeños y mayores, de los enfermos o
disminuidos y de los pobres.
La
imagen del padre como la persona que da bienestar material a la familia es muy
rica. Todo lo bueno puede entrar en una justa escala de valores.
El
lugar de la madre es complementario a la del padre, no se es mujer por una
parte y madre por la otra. La función educativa y formativa de la mujer y su
función materna es algo que el hombre busca incluso en su madurez. El hecho de
que la mujer sea considerada como una ayuda para el hombre, no implica
subordinación. Significa más bien que no ha sido creada simplemente para sí
misma y que su capacidad de intuición y de sensibilización con los problemas de
los demás, le confiere un puesto privilegiado en la familia.
Queda
una misión importante para realizar el plan de Dios sobre la familia, sobre la
sociedad: la atención de los ancianos. Mientras en los pueblos de gran
tradición familiar las decisiones las tomaban los ancianos, lleno de
experiencia y madurez ahora, en nuestra sociedad se debe respetar las opiniones
de los abuelos, pero actuar con cordura y criterio.
La
familia es única, monogámica, heterosexual e indisoluble.
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