El amor verdadero está
abierto a la vida, porque significa entrega y donación.
El matrimonio y el amor
conyugal están ordenados por su propia naturaleza a la procreación y educación
de los hijos.
Donde hay amor hay vida.
Dios es amor y por eso recibimos la vida.
Los padres cristianos,
consideran al hijo como un don de Dios.
Los hijos son sin duda el
don más excelente del matrimonio.
En cada acto sexual hay un
crecimiento en el amor, una expresión de donación y una apertura natural a la
vida.
Los esposos que realizan su
matrimonio en el amor, adquieren un fuerte deseo de compartir, su felicidad.
Dar la vida por tener hijos,
es la felicidad de la familia, después de que nacen, cuidarlos, alimentarlos y
educarlos en la fe de Dios es obligación de la pareja.
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