Jesucristo
es la Cabeza de la Iglesia, su máximo servidor, pues se entregó por ella.
Cristo
murió por amor a los hombres para redimirlos del pecado, se entregó por ellos,
vivió para ellos.
Así
nos salvó y así nos dejó un ejemplo de lo que debe de ser la vida de los
cristianos.
Con
el orden sacerdotal, Jesús supo escoger a aquellos para ejercer la autoridad en
la Iglesia.
El
Papa, los Obispos, los Sacerdotes y los Diáconos han sido constituidos como
ministros de su iglesia para guiarla siempre al Padre en el Espíritu Santo.
Pero
la Iglesia no la forman sólo ellos, la Iglesia la formamos todos los
bautizados, cada uno con su vocación propia.
Todos
participamos de la misión de Cristo, todos somos sacerdotes, profetas y reyes.
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