martes, 27 de mayo de 2008

DAR LA VIDA POR TU AMIGO


Cristo aceptó la muerte en la cruz por amor a los hombres, para reparar nuestro pecado.

Jesús sufrió por amor en silencio dando su propia sangre, abandonado.

El sufrimiento de Cristo requiere de una respuesta de entrega por nuestra parte.

Jesucristo sin dejar de ser Dios se hizo hombre para salvar a todos los hombres y padeció, sufrió, murió en una cruz y resucito, para que Dios perdonara nuestros pecados y los de toda la humanidad.

Los romanos solían utilizar la flagelación como escarmiento. Era un preludio normal a la crucifixión, así que Jesús fue sometido también a ese martirio.

Los discipulos eran doce los íntimos y solo uno fue capaz de seguirle hasta la cruz.

En aquella noche de Getsemaní, por el corazón de Cristo desfilaron todos los hombres de todos los tiempos, los que en el futuro iban a responder con amor a su gesto de amor.

Todo en Cristo, hasta las últimas palabras tienen un sentido de salvación. Cristo aceptó todos sus padecimientos y sufrimientos por amor a los hombres.

Este amor tan grande es el amor de Dios, un amor infinito que se ofrece gratuitamente como fuente de felicidad para el hombre. Al hombre, a cada hombre le toca responder.

El pecado de desobediencia de Adán y Eva y todos los pecados de los hombres, solo podían ser reparados por un acto supremo de obediencia realizado por aquel que reuniera en si mismo la divinidad y la humanidad.

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