lunes, 26 de mayo de 2008

Y AL TERCER DIA RESUCITO


Cristo vive. Y dos mil años después de su resurrección es motivo de amor, de entrega, de entusiasmo.

La resurrección de Cristo supone el fundamento más importante de nuestra fe. Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe.

Con Cristo resucitamos también nosotros, Él nos abre las puertas del cielo.

Todo cristiano tiene el deber de comunicar a los hombres ésta verdad: Cristo ha resucitado y vive.

Cristo vive y dos mil años después de su resurrección, sigue siendo el centro de muchos corazones, razón por la que millones de sus seguidores entregan la vida por Él.

Por la resurrección, Jesucristo nos abre una vida nueva. Con Cristo resucitamos nosotros también. Nuestra vida se eleva a lo divino. Nos enseña que estamos llamados a una vida de eterna felicidad. Junto a Él en el cielo, después de ésta vida.

La resurrección de Cristo es un hecho que debe de predicarse a todos los hombres. Cristo vive, y esta verdad no puede quedar encerrada en nuestro interior.

A los cuarenta días de su resurrección, Cristo sube al cielo. Entra en la Gloria Divina, desde entonces está sentado a la derecha del Padre. Cristo ha triunfado, ha vencido a la muerte, ha cumplido con su misión. Vive en cada uno de nuestros hermanos, vive en nuestro interior.

Cristo se aparecio a sus apóstoles en el cenáculo en dos ocasiones. A pesar de verlo delante de ellos, no lo podían creer.

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