martes, 27 de mayo de 2008

LLAMAME POR MI NOMBRE


El segundo mandamiento de la ley de Dios es: "NO TOMARAS EL NOMBRE DE DIOS EN VANO"

El nombre identifica a la persona, por ello tiene que respetarse.

El nombre de Dios es sagrado.

Los juramentos deben de hacerse con verdad, justicia y necesidad.

El nombre de Dios no se pronuncia con los labios, hay que decirlo con el corazón.

Cuando ponemos por testimonio a un ser querido y sobre todo a Dios, lo comprometemos a lo más excelso.

A Dios le gusta que le hablemos por su nombre.

Al pronunciar el nombre de Dios, debe hacerse con respeto, con amor, con admiración.

Ojalá que en nuestro actuar, toda nuestra persona, infunda tanta seguridad y confianza a los demás, para que jamás debamos de jurar.

Un amigo siempre saldrá en nuestra ayuda si obramos con sinceridad y rectitud.

Antes de jurar, conviene poner por delante nuestra palabra de verdadero hombre o verdadera mujer.

Quien cumple siempre su palabra, nunca tendrá que acogerse al salvavidas de muchos estudiante de carácter débil: Al juramento hecho con ligereza.

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